Las tablillas de Nippur
Un médico sumerio anónimo, que vivió hacia el final del tercer milenio a. de J. C, decidió reunir y consignar por escrito, para uso de sus colegas y de sus discípulos, las más preciosas de sus recetas médicas. Así, en una tablilla de arcilla húmeda de unos 16 cm de largo por 9,5 cm de ancho, inscribió en caracteres cuneiformes, los nombres de una docena de sus remedios favoritos.
Este documento de arcilla, el «manual» de medicina más antiguo conocido hasta ahora, yacía enterrado en las ruinas de Nippur desde hacía más de cuatro mil años, cuando fue descubierto por una expedición arqueológica y entregado al Museo de la Universidad de Filadelfia.
La inscripción estaba redactada en términos tan técnicos y especializados que era necesaria la colaboración entre especialistas de varias ramas del conocimiento científico, como asiriólogos, historiadores de las ciencias, y más particularmente, de la química. Estos especialistas lograron desentrañar los misterios que escondía la primera farmacopea conocida. Para confeccionar sus medicamentos, el médico sumerio utilizó sustancias vegetales, animales y minerales. De entre los minerales escogió cloruro sódico (sal común) y el nitrato potásico (salitre). Del reino animal, productos como la leche, la piel de serpiente o la concha de tortuga.
Pero la mayoría de sus fórmulas las obtuvo del reino vegetal: arbustillos como la casia, el mirto, la asafétida y el tomillo o árboles como el sauce, el peral, el abeto, la higuera y la palmera de dátiles. Las drogas se preparaban a partir del grano, del fruto, de la raíz, de la rama, de la corteza o de la goma de los vegetales en cuestión, y debían conservarse, igual que hoy en día, en forma sólida, deshidaratados, en polvo.
Los remedios recetados por el galeno sumerio comprendían también los ungüentos y los «filtrados» para el uso externo, y los líquidos para uso interno. Para preparar los ungüentos, nuestro médico solía pulverizar uno o varios ingredientes, impregnar el polvo así obtenido de vino kushumma y añadir aceite vegetal ordinario o aceite de cedro a la mezcla. En uno de los remedios en el que incluyó «arcilla de río pulverizada», este polvo debía amasarse en agua y miel y, en lugar de aceite vegetal, era «aceite de mar» vertía sobre la mezcla.
El polvo necesario en dos recetas para preparar ungüentos provenía probablemente de las cenizas de algunas plantas ricas en sosa, lo que quiere decir que ya se había descubierto la manera por la cual este álcali, mezclado con sustancias que contienen suficiente grasa natural, interacciona con ellas para generar un producto con consistencia de ungüento. Este proceso se utilizó 3.500 años después en Europa para fabricar el primer jabón.
Para preparar los "filtrados", primero había que extraer los principios deseados, para lo cual, el médico hervía la sustancia dentro del agua y añadía un álcali y sales diversas. Para separar la materia orgánica, había que someter la solución o suspensión acuosa al filtrado. Se procedía a aplicar el "filtrado" al órgano enfermo, ya fuera por aspersión, ya por lavado.
Se empleaba habitualmente como vehículo la cerveza para facilitar al paciente la absorción de los remedios. Se hacía disolver en la cerveza los ingredientes en polvo, antes de administrarlos a los enfermos. Nuestro médico recomienda «purificar» los ingredientes antes de pulverizarlos, tratamiento que implicaba varias operaciones químicas, por lo que parece notable el conocimiento de química que poseían algunos lumbreras de la época en la Mesopotamia, también necesarios para obtener el salitre.
Por desgracia, esta primera framacopea no nos indica contra qué enfermedades se aplicaban estos remedios. Tampoco especifica las cualidades respectivas de las sustancias utilizadas en la composición, como tampoco la dosificación ni la frecuencia de aplicación de los remedios, quizá porque el médico sumerio autor de estas tablillas omitió con toda su alma estos detalles, para proteger la propiedad intelectual ante la curiosidad de sus colegas. Otro dato importante: no recurre ni a las fórmulas mágicas ni a los hechizos, ni menciona a ningún dios ni a ningún demonio en su texto, aunque estas prácticas eran corrientes en la época en Sumer, pues los sumerios atribuían la existencia de muchísimas enfermedades a la presencia de demonios que se introducían en el cuerpo de los infortunados enfermos.
Esta primera farmacopea fue descifrada en común por el Dr. Samuel Noah Kramer, profesor de Asiriología y el Dr. Martin Levey de la Universidad de Pennsylvania, autoridad en Química y Farmacología antiguas. Estos expertos dedujeron que según el caracter de los signos cuneiformes empleados, las recetas fueron coleccionadas hace unos 4000 años. El Dr. Kramer afirmó que tales signos corresponden a los que estaban en uso durante la tercera dinastía de Ur, que reinó a finales del tercer milenio A.C.